viernes, abril 24, 2015

¿Hasta qué punto es mejor?

Como comenté en mi anterior entrada, al empezar con mi segundo libro y plantearme lo que quería lograr con aquella historia, decidí cambiar el formato de relato corto a novela.

Si bien estoy buscando así optimizar el aprovechamiento del potencial argumental, hay que tener en cuenta que, pensándolo en profundidad, la capacidad de trascendencia del formato es igualmente limitada en la actualidad.

Y así introduzco una tesis: ya no se escriben grandes obras de la literatura. El producto editorial ahora no es más que eso: un producto. Un bien de consumo.

¿Qué se estudia ahora en las escuelas cuando se habla de literatura contemporánea? Me consta que hay un BOE (pág. 378) que enumera, entre sus contenidos, diversas vertientes literarias desde el s. XX hasta nuestros días y que hay centros en lo que se estudia literatura de la segunda mitad del s. XX, como puede ser "La casa de los espíritus" (1982) de Isabel Allende. Incluso algo un poco más reciente: "Olvidado rey Gudú" (1996) de Ana María Matute (éste no lo he leído, pero conozco el nombre y seguro que casi todo el que pase por aquí y lea esta entrada podrá posicionarse como lector o conocedor del título).

El temario en muchos de estos casos aporta unas introducciones a la literatura contemporánea que me traen a la cabeza el término "oligopolio": diría que muchos, aunque no todos, han cerrado bandas alrededor de un discurso pactado. Este discurso defiende una serie de puntos:

i) que la literatura de los últimos 30 años se caracteriza por el abandono de la experimentación, la linealidad temporal, la abundancia de diálogos y un claro objetivo principal de enganchar al lector;
ii) que marca la hegemonía de la novela como formato y el desarrollo de subgéneros narrativos como la novela negra, la novela de aventuras, "la novela sentimental para mujeres" (estas comillas me parecen harto necesarias para la cita, sacada del temario de un instituto);
iii) que en la actualidad cobran especial importancia premios literarios —al menos a nivel nacional— como el Planeta, el Nadal, etc.

Del mismo modo, más allá de esta introducción, la teoría que estudian los jóvenes de Bachillerato sigue unas pautas:

i) apenas se ahonda en las características del estilo literario de los autores de referencia (resumiendo todos los rasgos en un único párrafo o frase), por no decir que la teoría se limita a enumerar autores y algunas de sus obras más conocidas (vendidas, exitosas comercialmente);
ii) se habla de dichos autores con comentarios simplones como "están teniendo mucho éxito";
iii) se hace referencia a los autores y obras contemporáneas de manera sesgada y parcial, empleando calificativos que cuestionan la validez o relevancia de las obras o las menosprecian (hablar de obras que son un "acertado intento").

¿Qué podemos concluir a partir de todos estos indicios? Que desde la enseñanza se da un trato muy distinto, casi discriminatorio, a la literatura contemporánea. Y no hablo de la producción de esta década, sino fácilmente del material publicado en los últimos 30 años. ¿Se trata de un juicio justificado? Podría ser; no me cabe duda de que en la actualidad hay muchas obras que cosechan grandes éxitos pero no por la calidad literaria, sino por la difusión que han tenido, la viralidad alcanzada en la era de la información. Ahora bien: ¿acaso no hay libros buenos? Si un libro se convierte en best-seller, ¿pierde el privilegio de ser considerado una gran obra literaria?

¿Será que lo que tenemos ahora no son grandes obras, sino grandes productos? Ahora todo tiene que venderse bien y mucho. Todo el mundo quiere escribir, todas las editoriales quieren tener su best-seller, los manuscritos van y vienen del correo a la basura porque hay tanta saturación que ya casi no se aceptan; todos quieren ganar un premio literario y que éste se mencione en una solapa de plástico sobre la sobrecubierta de tu edición de tapa dura, vender muchos ejemplares, una octava o novena o décima edición... ¿Alguien se imagina una librería a finales de los años setenta, con una edición de "Cañas y barro" expuesta en la que una solapa de plástico anuncie "la obra original llevada a televisión", con una foto del reparto y el logotipo de TVE?

Entonces, ¿hacia dónde nos dirigimos? ¿Hacia dónde me dirijo yo? ¿Qué puedo conseguir a día de hoy publicando un libro? Yo sé lo que quiero aportar, pero no sé si el panorama actual me hará un favor. En el hipotético caso de que logre publicar un libro y tenga éxito, ¿qué cabe esperar? ¿Que sea considerado un "buen libro"... o un "best-seller"? Yo prefiero el primer término, pero como ya he explicado un poco más arriba, parece que ese tipo de valoraciones no son viables con una obra producida después de los años 90.

Así pues, parece que la decisión de convertir una idea para relato corto en una novela sólo me da la opción de tener éxito comercial, pero no un reconocimiento a la calidad literaria. Por otra parte, más allá de la realidad superficial que envuelve el mercado literario actual, descartar la opción del relato corto sigue pareciendo obvia: la difusión de este formato de textos es mucho menor en la actualidad y, siendo una obra aislada, difícilmente podría conseguir una buena difusión a nivel editorial.

Así que como libro se queda. Aun así, no puedo dejar de preguntarme: ¿hasta qué punto es mejor?

Espero que esta lectura os haya resultado interesante. Como ya comenté anteriormente, estaré encantado de responder a cualquier duda o cuestión que queráis plantearme a través de los comentarios. (Especialmente después de esta entrada, puesto que he dejado muchos interrogantes que no quería desarrollar más en el texto ante el riesgo de hacer otra entrada kilométrica tan pronto).

Un saludo para todos/as.

lunes, abril 20, 2015

Escribiendo mi segundo libro #001

[Nota a la entrada: el título de esta publicación sigue la iniciada aquí. Por cuestiones de rigor he modificado el título original de la serie para convertirla en la crónica de mi "segundo" libro, no el "tercero". Aunque el mini-libro/cuento que escribí de niño tiene un rincón especial guardado en mi recuerdo, comparado con las cosas que he escrito ya de mayor no me parece ni sensato ni adecuado darle tan elevada categoría. Queda pues para el recuerdo, dejando sitio para "los mayores".

Nota a la nota: me consta que, en otro punto anterior de la cronología del blog, ya publiqué algunos post haciendo referencia a un "segundo libro". En ellos hacía referencia a un borrador que no llegué a finalizar, pero del que también hablaré un poco más abajo].

Dispersión. Es una característica que me define bastante bien, tanto en el buen sentido como en el malo. Me considero una persona pro-activa y muy curiosa, con infinidad de intereses. Al mismo tiempo, esa sed de conocimiento multidisciplinar provoca que el tiempo que dedico o puedo dedicar a cada una de mis aficiones sea limitado y esa falta de atención suele aquejar a mis logros en todos los campos.

La escritura es algo que siempre me ha gustado y que, por efectos de la dispersión, ha quedado relegada al rincón del polvo y el olvido durante un periodo de tiempo muy extenso. Hablo de años, varios años durante mi carrera universitaria en los que hice poco más que vomitar alguna espontaneidad sobre un papel y, ocasionalmente, en este blog con la etiqueta "Inspiración del momento".

No estoy para nada satisfecho con ese abandono. La escritura, a diferencia del dibujo o la música, es lo que más he practicado con diferencia a lo largo de mi vida y es algo que quisiera potenciar de cara al futuro. Mucho ha llovido desde que empecé este blog con 16 años hasta ahora que tengo 24, y muchas ideas de las que tenía entonces han quedado obsoletas o se han transformado poco a poco hasta ser una versión evolucionada de un pensamiento primigenio.

A día de hoy, por ejemplo, acabando la carrera, no estoy seguro de tener las mismas aspiraciones profesionales que tenía cuando empecé a estudiar. Recuerdo aún la idea, algo infantil, de hacerme arquitecto para poder generar un colchón económico que el día de mañana me permitiese dedicarme de lleno al arte en muchas de sus vertientes. Hoy la arquitectura no me parece tan buena idea como entonces, menos aún después de conocer un poco mejor el mundo para el que me he formado, la situación económica nacional y global tras la crisis de 2008 y los dolores de cabeza derivados de la responsabilidad civil de mi profesión.

La arquitectura me gusta. Y la arquitectura responsable sería algo ideal que contemplaría como una posibilidad profesional. Pero la sociedad actual y la coyuntura económica que vivimos no forman el marco idóneo para este desarrollo laboral.

Mi opinión respecto a dedicarme al arte, por otro lado, no ha cambiado.

No lo comparto abiertamente con mi familia. Vengo de un núcleo familiar fugado de una estampa proletaria desencantada con la vida. Me inculcan constantemente que el futuro consistirá en tener un trabajo de mierda, aguantar a un jefe cabrón, trabajar mucho y con una remuneración penosa... Si a esta doctrina yo opusiera mi idea de dedicarme al arte, la incomprensión y la crítica que recibiría como respuesta me abrumarían. No tengo intención de soportar ese conflicto mientras no sea imprescindible y absolutamente necesario.

Además, hay que tener en cuenta que yo he estudiado Arquitectura, que tiene una fuerte componente artística, pero no es una formación específica para las Bellas Artes. Y la gente que estudia Bellas Artes, por ejemplo, ha estudiado en la universidad adrede para dedicarse al arte. ¿Qué quiero poner en relieve comentando este detalle? Que mientras yo entré en esta carrera con la idea de "costearme la dedicación al arte", hay quienes decidieron directamente "vivir del arte". Una decisión probablemente más valiente y más determinada que la mía. En cualquier caso, me atrevo a decir que mis inclinaciones personales, sumadas a mi formación académica, me eximen de considerarme un "intruso profesional" y, por lo tanto, contemplo con seriedad y determinación la posibilidad de "vivir del arte" como un objetivo profesional.

De este modo llegamos a la situación actual, a las puertas de terminar la carrera y a mi vida adulta e independiente (si es que puedo optar a algo así). Y llego a esta encrucijada esperando dedicarme al arte. Principalmente, por lo expuesto arriba, dedicarme a la escritura.

Creo que no escribo mal. Durante mi época más activa escribía mejor que ahora —estoy absolutamente convencido de ello—, pero la atrofia por el tiempo no es incurable en este ámbito. La necesidad de escribir sigue latente en mi interior y no puedo ignorarla. Sé que tengo cosas dentro que debo plasmar en palabras y quiero pensar que, llegado el momento, lo escrito podría ser un legado. Me considero capaz de escribir algo que trascienda o que, al menos, me sobreviva.

Puede sonar pretencioso. El objetivo lo es, desde luego. Pero no soy ningún ególatra; es más, actualmente persigo dicha meta con una actitud, un temperamento mucho más sosegado, humilde y reflexivo que el que portaba hace varios años, al empezar este blog. Leyendo hoy mis entradas de los primeros tiempos me doy un poco de vergüenza, pero no se debe al tono infantil de mi discurso sino al ego que destilaban mis palabras. Me reconozco en mis posts antiguos como una versión más ¿engreída? de mí mismo. Hoy en día soy muy distinto y, subrayando de nuevo el adjetivo, mucho más humilde.

En resumen, ahora soy mucho más crítico conmigo mismo y con mis creaciones literarias. Y por ese mismo motivo hoy me considero capaz de lograr mi objetivo, algo que probablemente nunca habría alcanzado cuando me lo propuse por primera vez en 2008.

Tras esta reflexión que considero necesaria, procedo a exponer la situación de mi proyecto literario: lo que ya he alcanzado, lo que estoy realizando ahora y lo que espero conseguir próximamente.

Como muchos ya sabréis o recordaréis (a los nuevos les dejo este enlace), poco después de terminar mi primer libro, "Café para dos", llegué a una conclusión muy sensata que aún respaldo: aquel texto no debía ser un proyecto editorial. Si bien es cierto que marcó un antes y un después en mi camino como escritor, no deja de ser un reto personal que sirvió para demostrarme algo que no había constatado antes: que tengo la perseverancia suficiente como para proponerme escribir algo de grandes proporciones y terminarlo. La calidad de ese primer libro es dudosa, puesto que nunca ha pasado más de una revisión/edición. Quedó terminado y zanjado cual caso resuelto, pero desde luego no estaba en condiciones para presentarlo en ningún sitio (y menos aún en un concurso como el premio Gran Angular, al que mi iluso yo adolescente aspiraba desde la más indulgente de las ignorancias). Dicha versión 1.0 quedó registrada en la web SafeCreative.org y así di cierre a una etapa.

[Nota al primer libro: si no recuerdo mal, "Café para dos" está registrada en esa web pero no está disponible para descarga. Si alguien tuviera interés en leer esa versión terminada del texto, estaré encantado de enviarla por correo electrónico a quien la solicite en la sección de comentarios].

Llegamos así a la segunda etapa de mi particular senda del escritor: el segundo libro. Empecé varias historias con mucho ímpetu después de terminar CX2 (se me acaba de ocurrir la abreviatura y me parece más cómoda para reducir la densidad del post), pero todas han ido quedando en nada. Recuerdo "El séptimo apocalipsis" (el link anterior menciona este título) como un proyecto original e interesante. El problema sigue siendo el mismo, nació con forma de borrador abominable que necesitaba demasiada revisión antes de continuarlo... pero, ahora, ese borrador no existe. Se perdió en formateos de ordenador, cambio de equipo y otros. La idea sigue en mi cabeza y, retomándola ahora, podría convertirse en algo decente. Pero requiere un nuevo inicio y eso es complicado.

Otra historia de las que empecé en aquella fase fue ésta. Como véis en el link, la comenté un poco más en profundidad, y el método de escritura empleado me parece muy correcto, perfeccionista —adoro el perfeccionismo, sería "perfeccionista" de profesión si existiese un trabajo así— y práctico, asombrosamente práctico. Aunque ese borrador también murió, la idea me parece igualmente fresca y digna de ser retomada. Pensándolo ahora, me doy cuenta de que estoy recopilando ideas potencialmente útiles para emprender el reto de NaNoWriMo este año (y el próximo, y el próximo...).

El hecho de que ambas ideas tengan ya 6 años de antigüedad y me sigan pareciendo, como mínimo, decentes significa algo, estoy seguro. Tomando por axioma mi aguda actitud autocrítica, parece evidente que tengo materia prima para producir literatura fantástica poco convencional con muchas cualidades. En un mundo como el que nos rodea, en el cual estamos sobreexpuestos a un espectro saturado de todas las facetas de la vida cotidiana, lo que destaca siempre es lo más espontáneo, lo fresco, lo inusual, lo transgresor. La mayoría de los jóvenes escritores abordan la literatura fantástica desde su interpretación personal, que consiste en construir un enésimo universo mágico con criaturas fantásticas, magia, una ambientación medieval, nombres inventados con exceso de kas y haches e incluso cus... La trama se desarrollará en torno a un personaje principal que resultará tener un don excepcional, habrá alguna especie de itinerario a recorrer, la revelación de que un personaje secundario o villano es el hermano/padre/tío de dicho protagonista. Yo no.

Pensando tanto en los borradores abandonados como en mi actual libro en proceso, veo que el género que desarrollo es literatura fantástica. Pero muy pocas cosas recuerdan directamente a los tópicos. La ambientación nunca es tan burdamente medieval. La magia nunca es tan saturada ni ilustrada; en ocasiones ni siquiera existe como tal (se parece más a la magia de "Canción de Hielo y Fuego" de George R. R. Martin, que brilla por su ausencia o sutileza, y ni así es del todo comparable). Así que tenemos un punto a mi favor: escribo cosas novedosas y aporto perspectivas nuevas al género.

Y luego tenemos El Segundo Libro, que es una mezcla de fantasía... y terror.

[Ahora empieza "el salseo" del post, el meollo de la cuestión. Sit back and enjoy].

Hablé por primera de este proyecto en 2012, cuando lo empecé (os remito al primer link de esta entrada, el primero primerísimo de todos). El germen de la historia data de 2010-2011, porque ya comenté entonces que la idea surgía de una pesadilla recurrente. El adjetivo es muy dramático: no tendría aquel mal sueño más de dos o tres veces. Pero era muy exasperante, claustrofóbico, horrífico... y, por ende, bueno para escribir una historia.

La primera tentativa que abordé fue la de un relato corto. Pero casi al instante la deseché por completo. En el s. XXI no es viable lograr una nueva "La metamorfosis" de Kafka o un "El viejo y el mar" de Hemingway (por favor, leed la frase sin ponerle ego; no lo hay, no soy Kafka ni Hemingway, sólo un iluso más que intenta explicarse). En el sentido estricto, el impacto de una obra literaria menor es minúsculo en nuestro modelo social contemporáneo. Si quería exprimir esta historia debía hacer algo un poco más ambicioso con ella. Tres años después de plantar la semilla, sigo viéndola como mi gallina de los huevos de oro particular. Así que decidí elevarla de relato corto a novela.

Al mismo tiempo que tomé esta decisión, me di cuenta de que la historia necesitaba un proceso largo de maduración. La pesadilla consistía en una escena bastante singular, repetida hasta la saciedad en mi subconsciente, con matices cambiantes o incluso manifestaciones de carácter altamente cinematográfico... pero no había un argumento. Ciñéndome al símil del medio audiovisual, diría que mi pesadilla no era una película, sino un gif. Y es fácil convertir un gif en un relato corto, pero usarlo como pilar de una novela requiere la adición de muchas cosas: una constelación de personajes, un argumento que se desarrolle con consistencia hasta llegar a esa escena culmen, una estructura apropiada para crear una tensión que no se difumine después —o antes— de llegar al escenario primordial, etc.

(La razón por la que decidí cambiar de formato a novela me ha suscitado la necesidad de filosofar un poco al respecto. Ahora que vuelvo a estar muy activo en el blog, apunto el tema con la tranquilidad de saber que dará para una próxima entrada que verá la luz pronto con toda seguridad).

Y así pasaron los dos años siguientes.

De 2012 a 2013 apenas avancé mucho de manera tangible, aunque lo que sí hacía era darle vueltas a la pesadilla en mi cabeza. De tanto pensar en ella la domestiqué un poco y le perdí algo el miedo. Al mismo tiempo supongo que olvidé algunos matices de los que la hacían absolutamente insoportable y aterradora por las noches, ya que a día de hoy me resulta muy fácil e inofensivo manejar la historia, mientras que las noches originales me levantaba con muy mal cuerpo. En esta fase la novela tenía un par de escenas muy definidas, pero el argumento, los personajes y la ambientación me resultaban poco creíbles. El núcleo de la historia no es simplemente fantástico/terrorífico, sino surrealista. La primera ambientación que desarrollé transcurría en el mundo actual y tenía un gran problema de continuidad, puesto que combinaba la aparición del elemento surrealista en la actualidad con su integración en la realidad global del mundo.

No encontraba los medios narrativos para justificar este binomio. Intenté "escurrir el bulto" planteando la introducción de la historia durante la infancia del protagonista; así, la ignorancia infantil podía tapar varios puntos inconsistentes. Sin embargo, cuando la trama se desarrolla durante la juventud del personaje, dichas cuestiones reaparecerían por necesidad, y eran demasiado numerosas y relevantes para la historia como para dejarlas sin resolver de manera gratificante. No me parecía correcto desarrollar mi historia igual que la trama de la serie "Lost", cuyo final fue bochornoso y decepcionante porque los guionistas escribieron la serie sobre la marcha y al final no se podía atar todo.

Todavía en esa época, sin saber cómo resolver los handicaps de la ambientación, me estanqué en ensoñaciones que transformaban la escena de la pesadilla. Recuerdo una muy particular porque me hizo reír de lo ridícula que era: parecía una escena de acción cutre de una película de Michael Bay. Con un puente medio derruido, los protagonistas intentando cruzarlo y un helicóptero de vigilancia que los seguía y, en un punto determinado, explotaba. En serio. Michael Bay en estado puro.

De 2013 a 2014 desaparecieron Michael Bay, los helicópteros que explotaban y los puentes semiderruidos en los que alguien resbala, queda colgando de una mano y es rescatado en el último momento por un alfeñique de 50 kg que saca fuerzas de donde no las hay. El compromiso de presentarme a NaNoWriMo 2014 me impulsó para comprar una libreta y empezar a tomar anotaciones. La historia empezó a definirse y la ambientación y los personajes cogieron forma. El escenario de la historia se convirtió en una imagen estática y atemporal, con intrusiones desde muchos momentos históricos. Ahora había una incursión de un protagonista que venía de la Grecia pre-clásica, una joven asiática de una civilización primitiva y un protagonista sacado de un pueblo español de principios del s. XIX. Y todo me encajaba. Escribí en este periodo varias escenas o, en su defecto, tomé algunas notas para estructurar dichos pasajes.

El problema que surgió en esta fase fue la estructura. Habiendo resuelto a grandes rasgos los otros ingredientes de la receta, faltaba conocer el proceso de preparación. La duda se planteaba irresoluble y permaneció así incluso en noviembre de 2014, cuando llegó NaNoWriMo. Tocaba escribir.

El reto de escribir 50 000 palabras antes de que pasaran 30 días reclamaba mi tiempo y mi dedicación. Todo mi tiempo y mi dedicación, tanto que no había mucho espacio para resolver un problema que había barruntado durante un año entero sin hallarle respuesta. Así pues decidí cambiar de estrategia: en vez de escribir el libro del tirón, completaría el reto escribiendo las escenas que tenía claras para la novela. Conforme las fuese completando, idearía otras que fueran necesarias para finiquitar el libro y, finalmente, trabajaría sobre ese material ordenándolo y dándole cohesión.

NaNoWriMo sirvió pues para plantear once escenas, de las cuales diez estaban terminadas al final del mes. Una de ellas, la del personaje griego, me absorbió por completo; creo que, de las 50 000 palabras, fácilmente 10 000 o 12 000 son de ese único pasaje. Estoy particularmente orgulloso de este fragmento, al menos de la trama. La undécima escena, que será el epílogo de la novela, quedó inconclusa.

El reto sirvió, por lo tanto, para elaborar buena parte de lo que sería el primer borrador de El Segundo Libro. Aun estando incompleta y mal redactada, esta versión ya era 5000 palabras más larga que el texto completo de CX2. Terminé el mes, por lo tanto, más que satisfecho con lo que había logrado.

Aun así, quedaba (queda) mucho por hacer. Las ventajas de NaNoWriMo son obvias: empieza un mes y no tienes nada, acaba dicho mes y tienes un borrador de novela. Pero un borrador escrito tan rápido implica que la calidad va a ser dudosa. En mi caso, hay muchas cosas que son directamente infumables. Muchas veces me arrepentí de algunas frases incluso antes de terminarlas, porque veía que estaba redactándolas con un estilo pomposo y recargado, haciendo un uso desmedido y condenable de adjetivos y perífrasis para engordar la cuenta de palabras. Haciendo caso de los consejos de NaNoWriMo, evité retocar cualquier cosa y ceñirme a la máxima de "no importa la calidad, sino la cantidad". Creo que es una regla bastante acertada, en especial si pensamos que es mucho más sencillo corregir una frase imperfecta que pensarla de cero y yo, a título personal, no podría estar más de acuerdo.

Y así llegamos a la etapa actual. Ha pasado ahora medio año desde que terminó NaNoWriMo y el progreso en el libro ha sido casi nulo. Digo casi porque algo sí he hecho con el borrador; he trabajado un poquito en la undécima escena. Mi amigo Josefus, con el que emprendí el reto, es actualmente mi único beta-reader y tan sólo dispone del borrador tal y como lo dejé en noviembre; así pues, cuenta con una colección de escenas que sirven para contar a grandes rasgos toda la historia, pero no dispone del epílogo (aunque sí del "final", que es demasiado atropellado, ya que estamos hablando del tema).

Por supuesto, queda mucho trabajo por delante. El itinerario lo tengo bastante claro: terminar el epílogo, imprimir una copia y empezar a revisar cada escena a la vez que voy hilando la estructura final de la novela. Cuando las tareas de redacción estén más avanzadas, empezaré a plantearme la posibilidad del contacto con el mundo editorial y todo el trabajo previo que esta fase conlleva.

En ningún caso, eso sí, debo perder el norte de mi situación actual. Estoy terminando la carrera y la situación es peliaguda. Debo priorizar algunas cosas y, en ese sentido, no me importa aparcar ahora El Segundo Libro. Pero también tengo que ser práctico: con una organización adecuada y estableciendo correctamente mis prioridades, bastaría con reducir la marcha del libro y trabajarlo pausadamente en ratos libres, no haciendo falta dejar nada a merced del polvo.

Y sí, definitivamente, este proyecto lo quiero desarrollar hasta que sea digno de publicación. Investigaré y me prepararé a conciencia para entrar como toca, pero todo apunta a que esta historia es buena. Espero no equivocarme demasiado.

Y... bueno, creo que eso es todo por ahora. Próximamente desarrollaré la nueva entrada filosofando sobre el formato de la novela y el mercado literario contemporáneo.

Espero que esta lectura os haya resultado interesante. Como ya comenté anteriormente, estaré encantado de responder a cualquier duda o cuestión que queráis plantearme a través de los comentarios.

Un saludo para todos/as.

miércoles, abril 15, 2015

Algo pasó en noviembre y no dije nada.

Es verdad, no lo dije. Se me pasó por completo y fue algo verdaderamente grande, muy en la línea de los grandes logros que fui documentando hace algunos años en este blog. Puesto que recientemente estoy volviendo a volcarme mucho en este sitio, me parece justo dejar constancia con un pequeño resumen del increíble logro que alcancé el pasado noviembre.

A lo largo de ese mes participé en la iniciativa NaNoWriMo (National Novel Writing Month, mes nacional de escritura de novelas). Se trata de un reto que empieza el 1 de noviembre y que consiste en escribir un mínimo de 50 000 palabras de una novela antes de que finalice el mes. No es estrictamente necesario terminar la novela, la meta consiste en alcanzar esa cifra de palabras escritas (o, en caso de no conseguirlo, llegar lo más lejos posible).

La historia de NaNoWrimo —al menos mi historia personal— se remonta a 2013, cuando le propuse a mi hermano pequeño (bueno, no es mi hermano, pero como si lo fuera) que se apuntase conmigo a este reto para realizarlo juntos. A ambos nos pareció una gran idea porque somos escritores aficionados y un reto tan interesante no podía despertar una reacción menos impetuosa en nuestras conciencias literarias. Así que nos comprometimos a ello y, al año siguiente, llegado el mes, nos pusimos a escribir.

Lo logré. Me costó, especialmente la recta final, ya que tuve varios días poco productivos escribiendo y tuve que hacer un sprint de 10 000 palabras el último fin de semana para terminar dentro del mes. Fue una última jornada muy dura, escribiendo sin parar, con muy poco convencimiento debido a la dudosa calidad de aquel borrador atropellado, pero sin duda mereció la pena. Recuerdo con claridad el momento en que, por fragmentos, copié el texto íntegro en el contador de palabras de la página... y me dio error. Al parecer, el contador de palabras de Word no está calibrado igual que el empleado por esta organización y mi texto no llegaba a las 50 000 por un poquito. Escribí rápidamente una frase muy larga para llegar a las 50 100, volví a copiar todo el texto por fragmentos en el contador y, esta vez sí, se abrió una nueva ventana en la que se me anunciaba que había superado el reto.

Y... Oh, esperad. Me doy cuenta de una cosa. Del mismo modo que no había anunciado antes la victoria en NaNoWriMo 2014, tampoco he llegado a decir qué es lo que escribí.

¿Qué novela escribió Phaustho en noviembre de 2014?

Curiosa pregunta, tanto como las respuestas que pueden darse. Teniendo en cuenta la hora a la que escribo este texto y lo mucho que quiero (y necesito) descansar, contestaré a esa pregunta en otro momento. Puedo garantizar, ya que dejo a los lectores con la expectación, que la respuesta será larga y concienzuda, explorando cuantos matices se me ocurran o considere oportunos para dejar a todo el mundo satisfecho.

Si, por casualidad, alguien pasa por aquí antes de que escriba la próxima entrada, invito a todo el mundo, lectores y lectoras y bots rusos del blog, a escribir alguna sugerencia o pregunta en los comentarios que queráis que conteste sobre mi última novela (oficialmente es la segunda que termino si no contamos, como ya dije hace mucho tiempo, un cuento de 30 páginas que escribí de niño titulado "James, Ben y la máquina del tiempo"). Añadiré vuestra pregunta a la contestación que elaboraré próximamente, tratando vuestras cuestiones en paralelo a las que ya tengo pensado desarrollar.

Eso es todo por ahora. Buenas noches a todos/as y gracias por vuestra atención.

A los bots rusos: niet, vodka, da.

jueves, abril 09, 2015

Las limitaciones del tiempo, el espacio y la intensidad emocional.

Lo que voy a contar puede resultar complicado de digerir. Es una especie de monólogo interior sobre un momento de alto voltaje metafísico, existencialista.

En alguna parte del mundo existe una persona que no vas a conocer en la vida. La distancia y la duración de los días se encargarán de que jamás os miréis a los ojos. No hablo del amor de tu vida, no estoy defendiendo una bochornosa y enésima recreación de las estúpidas medias naranjas*. Hablo de una simple relación interpersonal, de una amistad. El que podría ser tu vecino ideal, o el mejor amigo de la infancia que podrías haberte echado a la cara. Sí, está claro: en tu vida ha habido gente que ha llenado ese hueco como buenamente ha sabido. Habrá quienes te hayan dejado mejor sabor de boca que otros, e incluso existe la posibilidad —me atreveré a emplear el término certeza— de que tu valoración para dichos "quienes" sea intachable y definitivamente satisfactoria.

Pero nos estamos conformando con la persona más adecuada que pudimos encontrar en su momento en nuestro entorno cercano. A lo mejor mi mejor amigo de toda la vida, la persona con la que mejor podría entenderme jamás en todo el planeta, es un chico de Vanuatu que jamás vio un capítulo de Heidi mientras crecía. Pero ni él ni yo lo sabremos nunca.

Del mismo modo, en nuestro entorno cercano tenemos gente que tampoco conoceremos bien jamás por una cuestión de tiempo. Seguramente en algún piso de los edificios de la manzana edificada frente a mi finca vive alguien de mi edad a quien jamás voy a tener el gusto de conocer que puede valer la pena. Otra historia de una posibilidad que se quedó en elemento de una muestra infinita no representativa de la realidad que estoy viviendo.

O las personas famosas. Desde hace algún tiempo estoy leyendo con asiduidad el archivo del blog de Patrick Rothfuss. Cuanto más leo de su blog, más convencido estoy de que el hombre es alguien muy amigable y con quien podría llevarme genial. Pero es famoso y americano, así que jamás habrá una noche de confidencias en la que uno de los dos pudiera, sincerándose con el otro, confesar cuánto se alegra de haberle conocido y ser amigos.

* Una chica a la que quiero con todo mi corazón me familiarizó con el concepto de "media langosta", que al parecer deriva de la sitcom Friends. Esa langosta que encuentra a su media langosta y, cogidas de las tenacitas, recorren juntas el fondo marino. O algo parecido. No importa tanto la formulación precisa como el detalle adorable de la instantánea que describe.